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Per essere spiriti liberi, ci vuole una certa disciplina

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martedì 16 dicembre 2008

Carciofi azzurri

"Il fondo della piscina era di un azzurro soffice, a causa delle file di mattonelle che si ripetevano a intervalli precisi. Dieci file bianche ed una azzurra, con regolarità lungo tutta la vasca. Quella sensazione di colore diffuso lo tranquillizzava facendolo sentire, fra una bracciata e l'altra, come su un altro pianeta. La realtà della superficie sfumava nell'azzurro del fondo. E poi quel succedersi di forme geometriche, che si combinavano con il tempo scandito dalla respirazione, lo tranquillizzava. Mentre i polmoni si dilatavano per accogliere più aria possibile, la mente era concentrata sulla fine della corsia, l'orizzonte dello sforzo presente ed allo stesso tempo l'inizio del successivo.
Fu in tutto questo azzurro che realizzò improvvisamente, ed in maniera un pò inappropriata, l'immagine del carciofo, sentendosi in fondo in sintonia col faticoso vegetale. Un guscio duro da aprire con pazienza; un interno tenero che poco a poco si lascia spogliare della sua corazza protettiva. Si sentì carciofo, un carciofo sospeso nell'azzurro che lo circondava."

La alcachofa
de tierno corazón
se vistió de guerrero,
erecta, construyó
una pequeña cúpula,
se mantuvo
impermeable
bajo
sus escamas,
a su lado
los vegetales locos
se encresparon,
se hicieron
zarcillos, espadañas,
bulbos conmovedores,
en el subsuelo
durmió la zanahoria
de bigotes rojos,
la viña
resecó los sarmientos
por donde sube el vino,
la col
se dedicó
a probarse faldas,
el orégano
a perfumar el mundo,
y la dulce
alcachofa
allí en el huerto,
vestida de guerrero,
bruñida
como una granada,
orgullosa,
y un día
una con otra
en grandes cestos
de mimbre, caminó
por el mercado
a realizar su sueño:
la milicia.


En hileras
nunca fue tan marcial
como en la feria,
los hombres
entre las legumbres
con sus camisas blancas
eran
mariscales
de las alcachofas,
las filas apretadas,
las voces de comando,
y la detonación
de una caja que cae,
pero
entonces
viene
María
con su cesto,
escoge
una alcachofa,
no le teme,
la examina, la observa
contra la luz como si fuera un huevo,
la compra,
la confunde
en su bolsa
con un par de zapatos,
con un repollo y una
botella
de vinagre
hasta
que entrando a la cocina
la sumerge en la olla.


Así termina
en paz
esta carrera
del vegetal armado
que se llama alcachofa,
luego
escama por escama
desvestimos
la delicia
y comemos
la pacífica pasta
de su corazón verde.

Pablo Neruda, Oda a la Alcachofa

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